el elogio de la sombra junichiro tanizaki pdf

En esta margen ulterior de los mares Las invoco y acuden Desde el innumerable pasado, Con altas mitras y coronas de hierro, Con Biblias, con espadas, con remos, Con anclas y con arcos. Se llamaba, creo, Fred Murdock.Įra alto a la manera americana, ni rubio ni moreno, de perfil de hacha, de muy pocas palabras. Tuyo, Ricardo, ahora es el abierto Campo de ayer, el alba de los potros.Ĭuenta con un solo protagonista, salvo que en toda historia los protagonistas son miles, visibles e invisibles, vivos y muertos. No he de olvidar tampoco la bizarra Serenidad, el fino rostro fuerte, Las luces de la gloria y de la muerte, La mano interrogando la guitarra. Se cruza con un conocido y le hace una broma. Sin que lo sospecharan, se ha despedido ya de muchos amigos. Su voluntad le ha impuesto una disciplina precisa. Camina lentamente bajo los tilos mira las balaustradas y las puertas, no para recordarlas. Nada en la tierra puede herirlo, ni el desamor de una mujer, ni la tisis, ni las ansiedades del verso, ni esa cosa blanca, la luna, que ya no tiene que fijar en palabras. Mayo 20, Ahora es invulnerable como los dioses. Desde la noche veo a mis pies los caminos del hebreo, Cartago aniquilada, Infierno y Gloria. Que otro, no el que es ahora su amanuense, escriba el poema. Estuve entre ellos con asombro y ternura.ĭesde Mi eternidad caen estos signos. Mi pobreza, mi voluntad, se oponen a ese consejo. La verdad es que nadie puede herirnos salvo la gente que queremos.

Creo no tener un solo enemigo o, si los hubo, nunca me lo hicieron saber. Tampoco le ha faltado a mi vida la amistad de unos pocos, que es lo que importa.

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